Un cigarro antes de irme a dormir (o a escuchar la radio, sé que no dormiré hasta las 3, por lo menos) y un nudo en el estómago.
Estaba en el baño hace un momento, lavándome los dientes, y de repente me he acordado de Tanis. Recuerdo su voz al otro lado del auricular, y del día aquel de agosto que me llamó por teléfono. Yo estaba en Xeraco, en la piscina, había ido a por un helado de avellana, como hacía todas las tardes. Recuerdo que estaba nublado, y que hacía mucho viento (el viento venía del mar), porque mientras hablaba con Tanis el aire se colaba por el micro del teléfono y él no me escuchaba bien. Recuerdo que estuvimos hablando tanto rato que la tarrina con las dos bolas de helado se me derritió, y mientras que sujetaba el teléfono en una mano, me chorreaba el helado en la otra, y yo solo llevaba puesto el bikini, una bolsa de esas de playa para lo justo: el tabaco y el móvil, y algo suelto para el helado. Hacía mucho viento, ciértamente.
Y me pregunto como se puede echar de menos a alguien sin apenas conocerlo. Estaba en el baño, lavándome los dientes, y sin saber porqué me ha venido ese recuerdo a la cabeza, yo parada en el caminito de piedras que unía la heladería de detrás de la casa con la piscina, con un helado derretido en la mano y la voz de Tanis en el oído, y el viento, claro, qué engorro. Su voz siempre me pareció muy cálida, hablando siempre tan pausado, como si nunca tuviera prisa, como si no hubiera prisa. De repente, mientras me lavaba los dientes, se me ha puesto un nudo en el estómago, porque he echado de menos a Tanis. Le he visto una vez en persona, y he hablado unas pocas veces con él por teléfono, y sin embargo le echo de menos. Curioso. No recuerdo qué pasó con helado finalmente, supongo que lo tiré, o igual me bebí el helado líquido, pero seguro que después fumé. Esa tarde no pude bañarme, pero estaba tan contenta que daba igual. No estuvo mal ese verano. Quizá lo que echo de menos es eso, aquellos días, lo recuerdo con cariño, leí muchos libros, Keats, Rosalía de Castro, Wilde, Chandler, Stendhal, José Cadalso...dormía, comía, bebía mucha cerveza, y el resto lo pasaba escribiendo o leyendo tirada en la hierba de la piscina. Hice algunas fotos también. No están nada mal esos veranos. Se echa de menos uno cuando los recuerda.
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