El otro día le regalé el disco a Rosa, una ex-vecina de mi antigua casa, en la que viví casi 12 años, desde que nací hasta que me mudé a la casa en la que vivo ahora, y en la que pronto dejaré de vivir, porque en unos meses me mudo a mi nueva casa.
La última vez que ví a Rosa fue en un entierro, en el entierro de su marido, Juanjo. Yo, de pequeña, me iba con ellos a la playa. Mis padres eran tan pobres que nunca podíamos irnos de vacaciones, y Rosa y Juanjo no tenían hijos, así que me subía a su casa a veces, en verano no había nadie por la ciudad para salir, yo era pequeña, los vecinos de mi edad se iban a sus chalets, yo me quedaba sola, y por eso me subía a casa de Rosa, mientras ella estudiaba la carrera de enfermería. Juanjo era jardinero, trabajaba para el ayuntamiento cuidando los jardines de la ciudad. Nos llevábamos muy bien, muy buena gente, y tengo muy buenos recuerdos, a veces me invitaban a comer macarrones con tomate. Luego, un día, nosotros nos mudamos, y ellos al tiempo decidieron también mudarse de casa, tuvieron un hijo, y ya dejamos de vernos tan a menudo, aunque nos veíamos un par de veces al año o algo así. Vamos, que el contacto siguió, aunque ya más espaciado, y yo dejé de verlos tan a menudo, porque cuando mis padres quedaban con ellos yo siempre tenía lío, estaba siempre ocupada con las fotos o con la revista, o haciendo algo, seguramente menos importante. Ahora pienso que debería haber quedado más con ellos. Cuando mi madre me dijo que Juanjo tenía cáncer, me eché a llorar. Eso fue hace cosa de un año. Juanjo nos dejó hace seis meses.
Rosa había estado conmigo durante mi operación del tumor. La recuerdo muy bien, llorando a los pies de la cama del hospital, mientras yo permanecía tumbada en la camilla, blanca como la nieve y llena de cables. Eso fue en el año 2000. Rosa decía "madre mía, madre mía", pero como yo estaba en shock no me enteraba de nada. Vino a verme varias veces, ella trabajaba en el mismo hospital donde me habían operado, estuvo allí, nos ayudó mucho, sobre todo a mi madre, que estaba destrozada. Fue un mal viaje aquel. Pero me acuerdo. Luego el tumor volvió a salir, y todo se recrudeció. Pero me sigo acordando de todo aquello. A Carlos, el niño, lo ví unas pocas veces. Lo ví creciendo, un niño espabilado y despierto, que ahora tiene 16 años, y parece que tenga 30, del aplomo que tiene. El otro día hablé con Rosa, yo, como siempre, estaba tan ocupada que no pude darle el disco en mano, pero mi madre fue a verla y se lo llevó. Se pueden hacer pocas cosas por los demás, yo pensé que dándole el disco podría hacer algo, aunque, si he de ser sincera, como el disco no es que sea precisamente la alegría de la huerta igual y les deprimía más, pero bueno, digamos que decidí arriesgarme. Carlos llamó la otra noche. Parece que les ha gustado. De verdad que me alegro. De verdad. Rosa es una amiga. A ver si nos vemos pronto.
Hoy sigue lloviendo, yo diría que más que ayer. Yo nunca llevo paraguas, me parece un instrumento inútil, porque sirve para poco, te mojas los pies igual y todo el mundo te salpica con sus paraguas, y es un jaleo, sobre todo si hace viento, que es la mayoría de los casos, porque casi siempre que llueve hace viento, y los paraguas son de mala calidad, los míos son del chino, porque son los plegables que se pueden meter en el bolso, nada de superparaguas de mango de madera, esos parecen sables, un armatoste todo el día con él colgado. Los chubasqueros tampoco son ninguna panacea, porque, si son buenos, son aparatosos y parece que lleve una capa militar, y si son malos se rajan a la primera puesta, aparte de que quedan fatal, parece que lleves puesta una bolsa de basura con agujeros. Yo nunca llevo paraguas ni chubasqueros, bueno, casi nunca, solamente cuando es totalmente imprescindible porque llueve a mares y llevo algo en que he de proteger a toda costa, algo de papel o algún instrumento musical, y no hace viento, o sea, casi nunca. Esta mañana he mirado por la ventana antes de salir de casa, y llovía mucho. Me he puesto un gorro de hilo y la chaqueta rota que me pongo para venir a trabajar, y me he largado. Cuando he llegado al trabajo, estaba bastante mojada, pero bueno, ya se secará. Hace frío, es peligroso mojarse cuando hace frío, porque te puedes resfriar, pero bueno, a veces hay que hacerlo. La última vez que llovió torrencialmente fue cuando nevó el otoño pasado, y salí de casa con paraguas y chubasquero, y cuando llegué al curro el paraguas se me había roto (se había dado la vuelta del viento, todas las varillas a la mierda, con lo que gustaba ese paraguas, blanco con círculos negros), y lo tiré en la primera papelera que encontré. El chubasquero/bolsadebasura se rajó por la espalda, así que nada, llegué chopada. Ese día decidí que no había remedio.
Y es que los paraguas me parecen un verdadero atraso. Si lo piensas, es un instrumento arcaico y obsoleto, el hombre en la luna, la gente viajando por el espacio, y cuando llueve... ¿qué tenemos? una débil estructura cubierta con una tela. Los ingenieros podrían ir pensando ya en hacer algo un poco más resistente y útil, total, llueve más en el mundo que gente se va al espacio. El paraguas, y la escobilla del water, ambos símbolo de lo rudimentario de nuestra existencia, y luego hablan de evolución y progreso. Ja.
Me da la impresión de que este post es un poco cenizo. Hoy me he traído el disco de La Hora Violeta de ayer y el de Humanoid "Romance". Va a ser que tengo que cambiar el disco. Ahora mismo me pongo a Dinosaur Jr. O igual es la lluvia. Quién sabe.
Pero prefiero escribir, aunque sea cenicientamente, a no escribir. Tenía esto un poco abandonado. Lo típico: empiezas fuerte y luego te vas arrugando. Menos mal que ahora voy a estar menos ocupada, y voy a poder dedicarme un poco más a este tipo de cosas.
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