El título de esta canción tiene que ver con el tamaño de las camas en las que la mayoría de la gente duerme cuando duerme sola.
Yo había estado durante una temporada (ni demasiado corta ni demasiado larga) viviendo de un modo extraño. Por aquel entonces estaba estudiando las oposiciones, algo que no me motivaba para nada, porque nunca he sido demasiado constante para estudiar. Siempre me ha pasado, incluso estando en la Universidad, que me despisto con facilidad, tengo la cabeza llena de proyectos, de cosas que quiero hacer y que, por supuesto, me seducen más que estudiar leyes y normativas sobre el funcionamiento de las administraciones públicas. Mucho antes de que el grupo se fragmentara y se recompusiera después, ya sólo dedicaba a estudiar unas cuatro o cinco horas al día, cuando todo el mundo sabe que, para aprobar una oposición hace falta mucho más que eso. Supongo que en mi cabeza siempre he tenido claro que hay cosas por las que merece la pena perder el tiempo y otras por las que no, y la teoría del caos tiene tanta fuerza en mis planteamientos que pensaba (y pienso) que la mayoría de las veces uno no tiene demasiada capacidad para organizar su vida. Me refiero a que uno propone, planea, inventa caminos, pero luego siempre es la vida la que te va poniendo cosas delante y es entonces cuando hay que decidir. Lo que quiero decir, resumiendo, es que, para gente como yo, que se deja llevar por las circunstancias accidentales, da igual lo que uno planee sobre lo que quiere hacer con su vida, dónde quiere vivir y con quién y cómo, porque al final todo sale al revés, y, en mi opinión, cuanto más lo buscas, peor.
Bueno, pues en aquella época yo estudiaba oposiciones, sin demasiada constancia, y eso producía que perdiera el tiempo con facilidad. Fueron muchas las noches de llegar tarde a casa pasada de alcohol (un lunes, un martes, un miércoles) y fueron muchas las mañanas que me levantaba tarde y que después no hacia nada, me iba a la radio, me ponía a leer literatura, o me dedicaba a hacer cosas similares. Fueron unos pocos meses, pero digamos que la vida se “dilató”, porque era todo muy intenso, mucho alcohol, mucha noche y mucha pena, era como estar en una especie de anestesia interna pero sin dejar de ver lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Un día de esos escribí “cuerpo y medio”.
La canción tiene dos partes, o dos lados, como se quiera. Uno es el lado de la parte menos amable, y el otro es el estribillo, que yo creo que es optimista, o al menos a mí me lo parece, porque habla de una vida mejor, de las cosas que intentaba dejar atrás y de las buenas que pensaba que tenían que llegar. Cosas como ”arañas en las estrellas”, “la nevera chillando de rabia” o “un perro y un cerdo en un patio interior” son eso, imágenes personales de escenas que viví, incluso sueños que tuve. La cosa es que, cuando se vive de una manera algo desordenada, te puede pasar que acabes durmiendo con alguien en una cama en la que solo cabe una persona, algo que sería tremendamente incómodo sino fuera porque los “motivos” que te hacen dormir en esa cama son lo suficientemente interesantes como para hacerlo. En una cama de cuerpo y medio cabe uno, no dos, pero como decía al principio, la vida “accidental” te pone en situaciones y, ale, adelante. A mí me pasó exactamente eso, que tuve que dormir acompañada en camas pequeñas, y creo que ha sido una de las experiencias no sólo más interesantes, sino de las más bellas de mi vida.
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