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Y aquí va la canción menos personal del disco.
Esta canción es de la época del “Cosas que nunca te he dicho”. Fue un descarte del primer disco que fue incluida en el segundo por una sola razón: faltaban canciones. Lo bueno de grabar y guardar toas las ideas que van saliendo a lo largo del tiempo es que, si alguna vez te hacen falta, puedes rescatarlas. Lo malo es que, como las canciones son algo tan personal y tan inmediato, cuando las rescatas corres el riesgo de inventar algo que, nada más nacer, ya está medio muerto. Este es el caso.
A mis más allegados siempre les digo que el único delito que he cometido en mi vida ha sido robar libros. De pequeña me hice responsable de la biblioteca del colegio para poder hacer “pequeños hurtos”. Vamos, no lo hice por eso, pero cuando estaba allí tan sola en un sitio tan poco aprovechado, pensaba: “¿Quién va a darse cuenta de que falta uno?”. Así que, bueno, leí bastante en aquella época. Mis padres eran muy pobres por entonces (lo cierto es que siempre lo han sido, casi hasta ahora, que les va un poco mejor), y los libros ha sido los grandes tesoros de mi adolescencia, grandes tesoros la mayoría de las veces más por deseados que por obtenidos.
Esta canción habla de unos libros que aún hoy se comercializan, esos libritos rojos que se llaman como la canción y en los que vas tomando decisiones conforme avanzas en la historia y esas decisiones te llevan a un desenlace u otro. Como la vida misma.
Y ya casi tenemos el disco terminado.
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